1917: Reseña

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  • Año: 2019
  • Género: Thriller, Drama, Bélico.
  • Dirige: Sam Mendes
  • Escribe: Sam Mendes y Krysty Wilson-Cairns
  • Música de: Thomas Newman
  • Fotografía de: Robert Deakins

Cuando algún director de cine decide que es momento de hacer alguna película que aborde determinado conflicto bélico, por lo general se decanta por la Segunda Guerra Mundial. Esto tiene todo el sentido del mundo si tomamos en cuenta que es la guerra que más muertes ha ocasionado en la historia de la humanidad, además de que el elemento del nazismo otorga un romanticismo que es fácil de trabajar en la pantalla grande.

Para ponerlo en términos matemáticos, de 1939 al momento de escribir estas líneas, hay 1917 películas de la Segunda Guerra Mundial (ese número es mágico, al parecer), con dos películas del tema estrenadas el año pasado (una polaca y una rusa).

La Primera Guerra Mundial (o la Gran Guerra) solo contabiliza 210 películas basadas en ella. Curioso, considerando que este conflicto es más añejo y sentó las bases reales del “arte de la guerra” que se sigue practicando hasta ahora: Batallas aéreas, llevar la guerra a las ciudades, empieza el uso del camuflaje (con excepción de los franceses que en ese momento parecía que querían morir con los azules y rojos más vívidos posibles), entre otras dinámicas.

Ahí, con ese contexto y el relativo abandono de la Gran Guerra, es con el que surge 1917.

El filme, dirigido por Sam Mendes (American Beauty, Road to Perdition, los filmes de James Bond Skyfall y Spectre) parte de una premisa simple: Los cabos Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) deben entregar un mensaje al coronel Mackenzie (Benedict Cumberbatch) del 2° Batallón del Regimiento de Devonshire, ante una inminente trampa del ejército alemán que ocasionaría la pérdida de cientos de vidas británicas, entre las que se cuenta el teniente Blake (Richard Madden), hermano mayor del cabo.

De una rápida exposición de la trama, el resto de la película es el viaje de los dos soldados para cruzar la tierra de nadie (y las hostilidades remanentes que ello implica) para entregar el mensaje del cese de operación antes de que sea demasiado tarde.

Probablemente el elemento que salta más a la vista es la fotografía. La elección de filmar la película en plano secuencia, que pareciera ser filmada en una sola toma -cuando, en realidad, no lo es-, cumple con la idea de dotar una presión que acompañe a los personajes en el film. Una vez claro que cada minuto cuenta, la manera en la que está filmada la película, que no da descanso al constante movimiento de los personajes, pesa sobre el espectador. Habrá que considerar aquí que algunas tomas, incluso son panorámicas, pero panorámicas en serio. Esa fotografía (cortesía del enorme Robert Deakins) que muestra dos personajes pequeños, minúsculos, ante páramos desolados gigantescos, sirve para dotar mayor simbolismo a lo que se ve.

Tenemos una paleta de colores opaca, apagada, con preminencia de ligeros tonos sepia y marrones, una elección más que obvia considerando la tierra omnipresente por la que cruzan “Scho” y Blake.

Con escenas de acción intermitentes, parecería que la película tiene un ritmo errático. Quizá incluso más sutil de lo que acostumbra tu película de receta probada ante grafiquita y demografía de Marvel. Durante un lapso de tiempo son dos soldados británicos caminando entre lodo, mierda y muerte; para que al siguiente momento una explosión sirva de agente disruptivo, para dar paso a otro momento de relativa calma, con los personajes aún en movimiento, hay que dejar claro. Este ir y venir funciona para aportar mayor tensión. Uno aprende, casi inmediatamente, que la calma no es tal, sino que es preludio a un inminente punto de quiebre.

Ojo aquí: Por ello mismo, esto NO es una película de guerra. Es un thriller, un drama en elementos esenciales, ambientado en la guerra. La circunstancia presentada pudo funcionar en cualquier otro contexto de “hombre (o mujer, por si se me ponen “progres”) contra el tiempo”. En este caso, la idea de una guerra y la vida de incontables soldados en vilo sirven para darle sabor al vehículo narrativo. Esto, de hecho, es intencional. Mendes ha comentado hasta la saciedad que el propósito es justamente eso: Ser un thriller. No hay un comentario sobre lo mala que es la guerra, porque para empezar eso es algo que se sobreentiende entre los individuos mentalmente más favorecidos, y porque, por esa misma lógica, es un tema que se ha abordado hasta la náusea. Mendes quiso marcar aquí una diferencia; y, a riesgo de ser menos impactante que simplemente relatar las crudezas de un conflicto bélico, de alguna manera lo logró.

Ahora bien, la película también posee un par de flaquezas. La primera es la banda sonora que provee Thomas Newman. No es mala; de hecho, está lejos de serlo y me maravilló sobremanera. El gran problema aquí es que, para espectadores más ortodoxos, puede resultarle chocante. Vamos a ejemplificar: Hay una toma en penumbra de una ciudad francesa en ruinas, iluminada por el fuego y flashazos de uno que otro bombardeo. A pesar de lo oscuro de la toma (simbólica y visualmente), la música que acompaña la toma es muy brillante, podría decirse que triunfal, justo en un momento que de triunfal no tiene nada, porque nuestro protagonista está rodeado de enemigos en condiciones físicas, climáticas y contextuales sumamente adversas.

Insisto, a lo mejor para quien sepa apreciar contrastes, logre encontrar la belleza de la toma conjugada con la melodía. Insisto también que no choca por sí mismo, contrasta, que es diferente. Pero puede que a algún sector del público le resulte confuso.

Otra flaqueza, y que aquí puede ser un poco menos abierto a la interpretación, es el recurrir a nombres grandes. Sí, ninguno de los actores es ajeno al público, mucho menos al británico (tanto Chapman como Madden tuvieron un muy buen y claro empuje con Game of Thrones interpretando a Tommen Baratheon y Robb Stark, respectivamente), pero el cameo de nombres con un poco más de arrastre mediático como Benedict Cumberbatch, Andrew Scott y Colin Firth se nota más como un esfuerzo por darle a la película su bona fide, su gesto de buena voluntad, si lo quieren ver así, su bendición a la película. La realidad es que no lo requiere, es un filme bien trabajado, pero la distribución de tiempos de pantalla y la manera en como son presentados hace verlo como algo así. Sí, esto ya consciente de que se debe a que la parte medular de la película es la odisea de nuestros cabos.

Definitivamente, de lo mejor que hay en cartelera al cierre de enero, en un mes donde hemos tenido francas decepciones (como Star Wars), películas terribles pagadas con nuestros impuestos en México como Cindy la Regia o la última película mediocre de comedia de Omar Chaparro (la que sea, y no importa cuando leas esto).

Y ante todo recuerden que ser cinéfilo también #EsDeGamers