El hijo: A wild west tale ¿Vale la PENA?

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Si existe un género un poco maltratado en los últimos años por los grandes
desarrolladores de videojuegos, ese es el sigilo; ese que tuvo su auge en los 2000 y que muchos recordarán con cariño. Claro que existen grandes títulos recientes que tienen esta característica, sin embargo, cada vez parece más un aspecto secundario. Y quien sabe, tal vez sea la evolución natural de las cosas para un juego de gran producción. Pero, por suerte para los amantes del sigilo, el mercado indie está cada vez más presente, entregándonos experiencias de lo que se nos ocurra. Justo eso nos trae por aquí el día de hoy, hablaremos de El hijo: A wild west Tale. Un galardonado juego indie de sigilo desarrollado por los chicos de HandyGames y Honing Studio.

Madre e Hijo

Aquí encarnaremos al Hijo, un inocente niño que vivía con su madre en mitad del desierto hasta que unos bandidos les quitan todo lo que tienen. Madre e hijo se ven obligados a vagar ya que su hogar fue arrasado. Es entonces que la madre deja al niño en un monasterio, al cuidado de unos monjes. Un lugar de estudio, meditación y reflexión, sin embargo, no un lugar para un niño. Los pequeños que habitan ahí cuentan con responsabilidades lejos de corresponder a su edad. Así que el Hijo decide no esperar al retorno de su madre quien partió para vengarse contra los bandidos y él mismo parte para hacerles frente.


Todo es contado sin un solo diálogo, a través de escenas que plasman perfectamente lo que está sucediendo y los sentimientos de los afectados. Este será el recurso narrativo usado durante toda la entrega y la verdad es que, por lo simple de la estética y la premisa directa, este tipo de narrativa funciona muy bien.

Que no te vean

El panorama inicial de nuestra aventura no es para nada amigable. Te introduce de forma impecable a la premisa del gameplay: ocultarte de todo ser con ojos para poder atacarle desde las sombras. Y con sombras me refiero a muebles, callejones, huecos y hasta vasijas.


El arsenal es limitado pero constante, usaremos desde piedras infinitas hasta fuegos artificiales, muñecos de cuerda, flores y una poderosa resortera. Todos tienen sus ventajas y desventajas bien marcadas, lo cual enriquece una jugabilidad con una premisa que no se presta mucho a la diversidad.


Tu mejor amiga para el escondite será la oscuridad, literalmente. Debido a la ubicación geográfica en la que El Hijo se desarrolla, el sol estará fuerte y presente, convirtiendo a la sombra en un recurso valioso. Será nuestra zona de descanso donde nadie podrá detectarnos, funciona perfectamente como respiro para planear nuestro siguiente movimiento.


Y en cuanto a los objetos, cosas como cajas, jarrones, madera o hierba nos ayudarán a mantenernos en movimiento una vez estemos fuera de las sombras. Para endulzar aún más este sólido título, los niveles cuentan con varias formas de recorrerlos y completarlos. El desafío será lo que te mueva para que decidas que hacer; improvisar puentes, crear escaleras, amontonar carretillas, etc. Todo para forjar tu propio camino en los interconectados escenarios de EL Hijo.

Un valioso mensaje

Para no bombardear con spoilers, debo limitarme a contarte que los bandidos y monjes están siempre en la búsqueda de oro y riquezas. Ya sea saqueando minas o desenterrando tumbas. Pero el trabajo sucio no lo hacen ellos mismos, sino los niños.


El hijo es un juego que reserva su jugabilidad al sigilo puro y duro a lo largo de 30 niveles sin prestarse mucho a coleccionables, misiones extras o cualquier otro incentivo que parecen tan necesarios en juegos actuales. Pero existe un pequeño y bello apartado que a mí me cautivó: salvar a los niños de un trabajo que no les corresponde.


Durante cada nivel, podremos desviarnos para encontrarlos; ellos estarán siendo explotados y privados de toda infancia, con la chispa de la imaginación apagada. Pero bastará con que les enseñes a dibujar, a hacer malabares o joder con alguna travesura a un bandido o monje.


Liberar a los niños de una clara mano de obra que los aleja de toda libertad, como si se tratase de máquinas, es la única tarea extra del juego, cosa que le brinda un mensaje de gran valor sin llegar a ser pretencioso, sin sacar de la inmersión ni contexto de sigilo que el juego nos ofrece. Devolverse la ilusión a los pequeños es una recompensa que alargará tus horas de juego.

Sin riesgo, no hay fallo

El hijo: A wild west tale es un juego corto sin duda, ya que te ofrece entre 5 y 8 horas de juego. Usa sus pocos apartados y su limitado gameplay de forma muy inteligente, sin riesgos, pero con una efectividad enorme, sobre todo para los entendidos del género.


Con una estética simple, esconde un mensaje mucho más profundo que motiva a seguir hasta terminarlo. Se trata de una aventura muy agradable, limpia y que brinda una gran satisfacción por lo pulido de sus mecánicas.
Sin duda disfruté mucho mi paso por El hijo: A Wild West Tale, por lo que, si buscas algo corto pero efectivo, o si eres un amante de los juegos de sigilo, entonces este título Vale La Pena. Esconderse, prepararse y atacar.

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