Joker: Reseña SIN SPOILERS

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[vc_row][vc_column][review_summary rating_label=”Calificación” positive_heading=”Lo bueno” positives=”Prácticamente todo” negative_heading=”Lo malo” negatives=”Un par de situaciones forzadas en la trama en la última parte de la película”][rating title=”Historia” value=”9.5″] [rating title=”Fotografía” value=”10″] [rating title=”Actuaciones” value=”10″] [rating title=”Música” value=”10″][/review_summary][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Batman: The Killing Joke, es un cómic escrito por Alan Moore y dibujado por Brian Bolland en 1988. Este cómic del maestro Moore es particularmente célebre por dar una historia de origen más realista y detallada del Joker, quien hasta ese momento solo era un payaso psicópata sin un origen claro. El mantra de este cómic es la simple premisa de que solo hace falta un mal día para llevar a alguien a la locura.

Y esta es justo la premisa/moraleja que te acompaña durante las dos horas que dura Joker.

Dirigida por Todd Phillips (la trilogía de The Hangover, Old School, Starsky & Hutch), la película no te da un respiro. Con influencias claras a The Killing Joke, pero también a The Dark Knight, The Man Who Laughs de Paul Leni (película de que, de hecho, sirvió de inspiración para la creación del Joker en los cómics) y muchísima influencia de Martin Scorcese, sobre todo de Taxi Driver y The King of Comedy, la película abre con Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), un sujeto con un buen puñado de problemas haciendo publicidad de una tienda con un letrero de “Everything must go” (“todo tiene que irse”).

Efectivamente, todo se va. Los delicados hilos que mantienen a Fleck intentando nadar con la corriente de lo “normal” se van rompiendo uno a uno a lo largo de la película. Todo lo que podría salir mal, termina saliendo mal, quebrando, rompiendo a nuestro protagonista.

Como nota al margen, los que recuerdan 2017, probablemente recordarán que Scorcese estaba a bordo del proyecto como productor. Ahí la influencia.

La parte más shockeante de Joker no es la violencia (que sí hay) o el comentario social (que también hay). La parte más impactante y más incómoda es que la película te hace ver que TODOS podemos ser el Joker.

En un mundo donde pareciera que la humanidad se divide entre quien jode y quien es jodido, apreciamos entre la basura (simbolismo de la clase de sociedad que existe) a Fleck, un jodido por el sistema, por la gente, por su propia mente ya enferma y deteriorada, tomar el lugar que le corresponde. Un lugar donde la meta es caos, donde es libre de quitarse el maquillaje de “normalidad” o funcionalidad. Su verdadero rostro resulta ser, pues, el maquillaje de payaso. No tiene superpoderes, no tiene dinero ni acceso a tecnología. Está solo, al menos durante una parte de la película. Solo se tiene a él, un ingenio innato que poco a poco se revela y ese inmenso odio por un sistema que lo repudia y que poco a poco le va quitando las opciones. Le corta los hilos.

La historia es lineal y acompaña al mensaje en todo momento. En algún par de ocasiones pareciera que va a llevar por un rumbo determinado, con algún plot twist, pero luego la película te sorprende y te engaña. Me gusta esa clase de narrativas que pareciera que te van a llevar por un sitio, pero luego te dicen “te engañé”. Está controlada dentro de su caos. Como el propio Joker, un personaje que en sus mejores momentos es alguien que está bajo control y fuera de control al mismo tiempo. Todo gira alrededor de Fleck, y de una manera más tenue, sus alcances tienen que ver con su opuesto: con quien se volvería Batman.

No es el Joker de Ledger, que algunos lo podrían considerar el punto más alto del personaje. No me voy a poner a decir si es mejor o peor, porque siempre habrá alguien a que le parecerá ofensivo si privilegio a uno por encima de otro. No me paro en ningún pasto, me subo a la cerca y observo desde ahí. El Joker de Dark Knight, es alguien de quien poco se sabe. El Joker de Phoenix es alguien de quien sabemos TODO, y sabemos el por qué. Y sabemos que así han terminado algunos (afortunadamente, sin ese alcance de consecuencias, aún) y que, insisto, así podemos terminar cualquiera de nosotros.

Eso sí, hay un par de deus ex machina que parecieran estar un poco forzados, y que incluso quitan arbitrariedad a un par de sucesos canónicos en el mythos de Gotham. No entro en detalles, pero ese sería mi punto flaco para con la película.

Los simbolismos, como ya lo dije, están ahí. Todo cumple una función, desde el letrero inicial que mencioné líneas arriba, pasando por los reflejos, la basura que está presente en la gran mayoría de las tomas exteriores, hasta ligeras referencias y guiños. Por ejemplo, Fleck es particularmente misericordioso con un enano, Gary (Leigh Hill). Como fan de Joker que me considero, no pude evitar recordar a Gaggy. Googleenlo, sobre todo las fans de Harley Quinn… Se toparán con que Harley no fue la primer ayudante del payaso homicida de Gotham.

El trabajo fotográfico es oscuro, con tonos apagados y verdosos, una iluminación escasa pero suficiente, y con tomas fijas brutales donde hay que serlo. Cada fotograma está finamente cuidado y con puntos de fuga que seguramente figurarán en seminarios de creación cinematográfica futuros. Así de prístino.

La música, compuesta por la islandesa Hildur Gudnadóttir, es un bloque pesado de cuerdas donde predominan las notas graves, el cello y las claves menores, realzando el ambiente turbio de la narrativa visual. En cuanto a canciones, claramente fueron escogidas por su lírica referente a payasos y a sonreir. Así, tenemos “That’s Life” de Frank Sinatra, “Everybody Plays the Fool”, de The Main Ingredient, “Smile”, de Jimmy Durante y otros tantos clásicos que, a diferencia del score, realzan el dramatismo del momento mediante el contraste. Un contraste no chocante, vale decir.

Probablemente, y en mi opinión, la mejor película del año. Los ocho minutos de aplausos y el León de Oro en el Festival de Venecia están justificados. No era mera propaganda. Algún par de personas acostumbradas a quejarse por todo por su corrección política (y a quienes también se les hace una tenue crítica en la película) ya han empezado a quejarse de esta película. Pero es quizá por lo aterrador que resulta verte en el espejo del Joker (por cierto, los espejos y reflejos están también presentes en la película, todo tiene su simbolismo). La brecha entre los funcionales, los “normales” (si es que eso existe) y los disfuncionales es real. Estamos en ella, con distintos grados de consciencia. Y esta película refleja la amarga realidad que algunos no están dispuestos a ver.

Definitivamente, tienen que verla.